Una nueva semilla desarrollada en el sur de Chile promete revolucionar la forma en que se cultiva el alimento más consumido del mundo. Se trata de Jaspe, una variedad de arroz que usa la mitad del agua, resiste climas extremos y reduce el riesgo de contaminación por arsénico.
Desarrollado por la científica Karla Cordero del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), Jaspe surge como respuesta a la sequía que afecta al país hace más de 15 años. A diferencia del arroz tradicional, que se cultiva inundando los campos —lo que genera gases de efecto invernadero y facilita la acumulación de metales como el arsénico—, esta nueva variedad puede crecer con riego intermitente y sin perder productividad.
“El cultivo de arroz siempre fue inundado; lograr hacer un cambio tan profundo es histórico”, comenta Javier Muñoz, joven agricultor de Ñiquén, región de Ñuble, donde se probaron las primeras siembras.
La técnica se basa en el Sistema de Intensificación del Cultivo de Arroz (SRI), desarrollado en Madagascar. Sembrado en hileras más espaciadas, el método permite que de una sola semilla broten cerca de 30 plantas hijas, casi diez veces más que en un campo convencional.
Además, al evitar el agua estancada, disminuye el riesgo de presencia de arsénico, un contaminante natural presente en el suelo y aguas subterráneas que puede acumularse en los granos de arroz, especialmente en aquellos cultivados bajo inundación continua. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el arroz es responsable del 10% de las emisiones globales de metano, y su método de cultivo también influye en la absorción de metales pesados.
“Nos dimos cuenta de que era posible producir arroz sin inundar. Y con menos semillas, logramos la misma producción que con el sistema tradicional”, explicó Cordero.
Los resultados del proyecto fueron presentados en el Congreso Mundial del Arroz 2023, y pronto Jaspe llegará al mercado gracias a un acuerdo entre el INIA y una empresa privada. El método también será probado en Brasil, Uruguay y Ecuador, con apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.