Apartheid de género: “Mujeres afganas sin voz ni ayuda”

La situación en el país ha empeorado de forma drástica desde que el grupo islámico tomó el poder en agosto de 2021, revirtiendo avances de décadas en derechos para las mujeres.

El régimen talibán de Afganistán ha impuesto una nueva y severa restricción sobre las mujeres: ya no se les permite escuchar la voz de otras mujeres al recitar el Corán. Esta medida, que amplía las restricciones sobre sus derechos y libertades, se suma a una lista creciente de prohibiciones que buscan marginar aún más a las mujeres de la vida pública y religiosa.


Según el canal afgano Amu TV con sede en Estados Unidos, el decreto fue anunciado por Mohammad Khalid Hanafi, ministro talibán para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Hanafi declaró que las mujeres no deben recitar el Corán en voz alta en presencia de otras mujeres, y enfatizó que, así como no tienen permitido realizar el takbir o el athan (el llamado a la oración), tampoco pueden «cantar ni hacer música». «Incluso cuando una mujer adulta ora y otra mujer pasa cerca, no debe rezar en voz alta», añadió Hanafi, cuyas declaraciones fueron recogidas por The Daily Telegraph.


El ministro, quien ha sido sancionado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea, argumentó que la voz de una mujer es considerada «awrah» —algo que debe cubrirse—, por lo que, bajo esta nueva normativa, ni siquiera otras mujeres pueden escucharla en público. La reacción en redes sociales ha sido de indignación y consternación.Lina Rozbih, periodista afgana, expresó su frustración: “Después de prohibir las voces de las mujeres en público, el ministerio de virtud y vicio de los talibanes prohibió a las mujeres hablar entre ellas. No tengo palabras para expresar mi ira y repulsión ante el trato que los talibanes dan a las mujeres. ¡El mundo debe actuar para ayudar a millones de mujeres afganas sin voz ni ayuda!”.

Otras figuras, como Nazifa Haqpal, ex diplomática afgana, han condenado esta normativa calificándola como un «acto de control extremo y absurdo».


La activista de derechos humanos, Zubaida Akbar, pidió en redes sociales que los líderes talibanes rindan cuentas por este «apartheid de género». Akbar destacó que cada prohibición impuesta hacia las mujeres tiene «un rostro detrás» que debería ser responsabilizado.


El contexto de décadas de represión y retroceso en derechos
Desde la toma del poder en 2021, el gobierno talibán ha impuesto restricciones que afectan todos los aspectos de la vida de las mujeres afganas. La situación es particularmente alarmante si se tiene en cuenta que, antes de su regreso, el país había logrado avances significativos en derechos de mujeres, en gran medida gracias a la intervención de la comunidad internacional y los esfuerzos de activistas locales.
Desde la década de 1970, el Estado afgano había implementado cambios, como el aumento de la edad mínima para el matrimonio y la abolición de la poligamia. Sin embargo, estos derechos comenzaron a ser restringidos con la aparición de los talibanes en los años 90.


De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos (WFP), en 2023, dos tercios de la población afgana depende de asistencia humanitaria, una cifra que se ha triplicado desde 2021. Esta crisis humanitaria ha afectado de manera desproporcionada a mujeres y niñas, cuyo acceso a derechos básicos ha sido drásticamente limitado bajo el régimen talibán. A pesar de las promesas iniciales de respetar los derechos de las mujeres dentro del marco de la ley islámica, el grupo ha emitido múltiples decretos que les prohíben ejercer derechos fundamentales, como la libertad de expresión, trabajo y educación.


Limitaciones que afectan a todas las esferas de la vida de las mujeres

Las restricciones actuales incluyen la prohibición de que las mujeres salgan de sus hogares sin un acompañante masculino y el uso obligatorio del burka que cubre completamente el rostro. Asimismo, en los medios de comunicación, las presentadoras deben llevar máscaras.


El Ministerio de Asuntos de la Mujer fue abolido, y en su lugar se restableció el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, responsable de imponer estas normas. Para las mujeres y niñas de la etnia Hazara, que históricamente han sufrido discriminación, el riesgo es aún mayor, pues son blanco de ataques violentos y múltiples formas de abuso y represión.


La prohibición de asistir a la escuela secundaria y la universidad fue una de las primeras decisiones del nuevo régimen. Desde diciembre de 2022, se ha prohibido también que las mujeres estudien a nivel universitario y asistan a clases en persona. Este cierre de oportunidades educativas limita severamente las posibilidades de desarrollo profesional y personal de las jóvenes, quienes ahora solo pueden acceder a una enseñanza sesgada que promueven ideas radicales y fundamentalistas.


Además, el matrimonio forzado y el matrimonio infantil han aumentado dramáticamente. En un intento desesperado por combatir la pobreza, muchas familias recurren a casar a sus hijas menores de edad a cambio de dotes que les permitan sobrevivir. En algunas zonas, el propio régimen talibán obliga a las familias a casar a sus hijas con combatientes como una especie de «protección». Aunque en diciembre de 2021 los talibanes emitieron un decreto que prohíbe el matrimonio forzado, esta medida ha tenido escaso impacto.


La salud y el bienestar de las mujeres también se encuentran en grave peligro. Afganistán cuenta con una de las tasas más altas de mortalidad materna en el mundo, y la reciente prohibición de la venta de anticonceptivos, introducida en 2023, agrava aún más la situación. La falta de acceso a servicios de salud y protección ha llevado a la clausura de refugios y la disolución de redes de apoyo construidas por defensoras de derechos humanos en las últimas dos décadas.


Las mujeres maltratadas o en situación de violencia tienen escasos recursos o contactos a los que acudir, ya que incluso las trabajadoras de ayuda humanitaria han sido forzadas a trabajar de forma encubierta.


Un llamado a la acción internacional

A pesar de la represión, las mujeres afganas continúan protestando y exigiendo sus derechos a pesar de los riesgos de represalias, encarcelamientos y desapariciones. Diversas organizaciones civiles intentan mantener sus actividades en defensa de los derechos de las mujeres, aunque deben operar en la clandestinidad y bajo constantes amenazas.


La ONU y otros organismos de derechos humanos han denunciado estas violaciones sistemáticas. Richard Bennet, relator especial de la ONU para los derechos humanos en Afganistán, destacó que el régimen talibán está restringiendo casi todos los aspectos de la vida de mujeres y niñas, negándoles derechos fundamentales como la libertad de movimiento, educación, trabajo, salud, libertad de expresión y acceso a la justicia. En su último informe, Bennet subrayó que estas restricciones reflejan un apartheid de género que requiere la urgente intervención de la comunidad internacional.


Ante la continua opresión, activistas y líderes de derechos humanos piden que los gobiernos y organismos internacionales aumenten la presión sobre el régimen talibán para que revierta sus políticas discriminatorias. Sin embargo, la situación en Afganistán sigue deteriorándose y el futuro de las mujeres y niñas afganas es cada vez más incierto.

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